Pasaron 34 años del inicio de la guerra de las Islas Malvinas que duró 74 días y en la que murieron 649 argentinos, 255 británicos y 3 civiles isleños.
En medio de una crisis política, económica y social, la dictadura cívico-militar, como un manotazo de ahogado, invadió por sorpresa las Islas Malvinas.
El 2 de abril, en una madrugada fría, las fuerzas armadas argentinas desembarcaron en las Malvinas y en el continente, esta decisión de la dictadura, que intentaba fortalecer su poder ante un desgaste inevitable, tuvo su correlato en la Plaza de Mayo, donde miles de argentinos festejaron la "recuperación" de las islas.
El 3 de abril, la primer ministro británica Margaret Thatcher, bautizada como "La dama de hierro", mandó una flota hacia el Atlántico Sur.
Paralelamente, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la resolución 502, exigiendo el retiro de las tropas argentinas de las islas y el inicio de las negociaciones entre ambos países.
Entre el 5 y el 28 de abril se desarrollaron una serie de acciones diplomáticas en las que la Argentina advirtió que apelaría al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) si Gran Bretaña atacaba las islas; el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, nombró mediador al secretario de Estado Alexander Haig; y Gran Bretaña anunció el bloqueo a las Malvinas.
Asimismo, la primer ministro británica advirtió a Haig que cualquier negociación requería primero el retiro de las tropas argentinas, y el entonces dictador argentino Leopoldo Galtieri amenazó que habría batalla si los ingleses invadían Malvinas.
Gran Bretaña recuperó las islas Georgias de Sur, parte del archipiélago del Atlántico Sur, y el órgano de consulta del TIAR aprobó una resolución solidaria con la Argentina y sus derechos sobre Malvinas.
Esta decisión del TIAR no fue respetada por Estados Unidos, que decide apoyar a Gran Bretaña. El 1 de mayo comenzó formalmente la guerra cuando aviones británicos bombardean la pista de aterrizaje de Puerto Argentino.
El 2 de mayo el submarino nuclear Conqueror hundió el crucero "General Belgrano" fuera de la zona de exclusión, y el 4 del mismo mes aviones de la Armada argentina provocaron importantes daños al destructor inglés Sheffield, que se hundió días después.
El 6 de mayo, un plan de paz del secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar, propuso un administrador de la ONU en Malvinas mientras durasen las negociaciones, y que flameen las banderas de la Argentina y de Gran Bretaña.
El 9 de mayo se intensificaron los bombardeos británicos en Puerto Darwin y en la capital isleña; el 14 un grupo comando inglés destruyó 11 aviones argentinos; y el 15 naves británicas bombardearon la isla Borbón y destruyen otras diez aeronaves.
El 16 de mayo los ingleses hundieron al mercante argentino "Río Carcarañá" y dañaron el "Bahía Buen Suceso", mientras continuaron los ataques aéreos y navales a las islas.
El 20 de mayo Pérez de Cuéllar anunció que su gestión fracasó, al tiempo que Perú presentó otra propuesta de paz que también fue rechazada.
El 21 de mayo los británicos establecieron una cabeza de playa en Bahía San Carlos y el costo argentino fue grande: fue hundida la fragata Ardent y dañadas otras cuatro, cayeron tres aviones Harrier y dos helicópteros.
Tres días después, fue hundida la fragata inglesa "Argonaut" y seriamente dañada la "Antelope". Al día siguiente aviones argentinos averían al buque de transporte inglés "Atlantic Conveyor" y al destructor "Coventry" y por ello aviones ingleses atacaron Puerto Argentino.
El 1 de junio comenzaron los combates terrestres de envergadura a 20 kilómetros de Puerto Argentino y los ingleses que avanzaron sobre Darwin y Ganso Verde.
El 8 de junio, la Fuerza Aérea argentina hundió la fragata Plymouth y los transportes de tropas "Sir Galahad" y "Sir Tristan".
El 11 de junio, en medio del conflicto, el Papa Juan Pablo II llegó a la Argentina. El 12 de junio se produjeron violentos combates, muchos de ellos cuerpo a cuerpo, en Monte Kent, Monte Dos Hermanas, Monte Longdon, Tumbledown, Monte Harriet y Moody Brock, últimas defensas terrestres de Puerto Argentino.
El 14 de junio, el militar Mario Benjamín Menéndez, quien falleció el 18 de septiembre de 2015, firmó la rendición argentina. La derrota de Malvinas y el conocimiento de la muerte de centenares de jóvenes argentinos que fueron al frente de batalla mal pertrechados y sin ningún tipo de experiencia, y que además fueron torturados, marcó el derrumbe de la dictadura, que ya estaba jaqueada por las crecientes protestas sociales y la presión internacional por las violaciones a los derechos humanos.
Homenajes e historias quizás no conocidas
El presidente Mauricio Macri rindió homenaje esta mañana a los ex combatientes de Islas Malvinas y depositó una ofrenda floral en la Plaza San Martín.
El jefe de Estado estuvo acompañado por el Secretario General de la Presidencia, Fernando De Andreis y el Secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación, Claudio Avruj.
En el acto, en el que el primer mandatario depositó una ofrenda floral en el Cenotafio ubicado en la plaza del barrio porteño de Retiro, estuvo presente un grupo de ex combatientes de Malvinas.
El evento se concretó en el marco del Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas, que se conmemora hoy.
En este marco, el ministro del Interior, Obras Públicas y Vivienda, Rogelio Frigerio, representará al Gobierno nacional en los homenajes que se realizarán en Río Grande, Tierra del Fuego.
Anoche en la ciudad de Río Gallegos cientos de vecinos se reunieron para esperar la llegada del 2 de abril.
"El cementerio donde descansan nuestros soldados es desolador"
Lo dijo Norma Navarro, una de las mujeres reconocidas como veteranas de la guerra por las Islas Malvinas. Fue miembro del hospital montado en el buque Irizar y en 2014 visitó el Cementerio Darwin junto a un grupo de ex combatientes. "Habría que buscar la manera de identificar a los soldados considerados NN, muchos familiares lo necesitan", subrayó .
Desolación. Viento tan frío y tan fuerte –tanto como para arrastrar cual remolino a todos los recuerdos de lo que sucedió durante aquellos días de guerra– es lo que caracteriza a las Islas Malvinas, esa porción de tierra argentina en la que flamea otra bandera. Allí quedaron sepultados los sueños y proyectos de 649 soldados –jóvenes de entre 18 y 20 años-.
Los hombres que regresaron, madurados a fuerza de combate, contaron tiempo después cómo fueron aquellos días entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982. Supimos que no se los trató bien, que pasaron frío y hambre –pese a las colectas que en todo el país se hacían para enviarles ropa y comida– y que el regreso a casa fue casi a escondidas, vergonzoso, como castigándolos. Tampoco se supo, sino hasta hace pocos años, que a las Islas también había partido un grupo de enfermeras e instrumentadoras quirúrgicas para atender a los heridos. Ellas tuvieron una labor fundamental en la recuperación de los soldados y no solo por curarlos de las heridas sino por contenerlos anímicamente. Hoy se sabe que 16 chicas de entre 15 y 27 años también fueron parte de esa pelea. Entre ellas estaba Norma Navarro, una de las seis mujeres a bordo del rompehielos Almirante Irizar, donde se montó un buque hospital. Tenía 26 años y asistió a los que llegaban en helicóptero o en botes desde el campo de batalla. En 2014 visitó el Cementerio Darwin y pudo homenajear a quienes allí descansan.
"Yo estaba trabajando en el Hospital Militar Central y un día llegó el jefe de quirófano y solicitó que once instrumentadoras quirúrgicas se presentasen para ir como voluntarias al Hospital Militar de Puerto Argentino porque ya había empezado la guerra y había que ir a ayudar. Había que contestar en el momento porque saldríamos al día siguiente. Dije que sí. Nos ofrecimos cinco mujeres de distintas especialidades y se sumó una chica de Campo de Mayo. Al día siguiente las seis salimos en un vuelo de Aerolíneas hasta Río Gallegos –donde nos proveyeron de borceguíes, en Buenos Aires nos habían dado ropa de fajina– y desde allí nos llevaron en helicóptero a Punta Quilla (Santa Cruz) desde donde volamos al buque. Originalmente, nos dirigíamos al hospital de campaña de Puerto Argentino, pero el recrudecimiento del combate en ese momento hizo que el Teniente Coronel Cevallos, director de ese centro, y el Capitán de Fragata Luis Prado decidieran que no bajásemos porque era posible que los ingleses nos hicieran prisioneras", contó Navarro a Infobae.
Durante esa guerra, el rompehielos Almirante Irizar (que abastecía a los hospitales antárticos) integró la Fuerza de Tareas 40 y en solo 48 horas fue acondicionado como buque hospital con 160 camas, sala de terapia intensiva, un quirófano, laboratorio, sala de quemados, etcétera. "Era como estar en un hospital y contaba con todo lo necesario para poder realizar todas las tareas", aseguró la veterana que lamentó no haber podido bajar y actuar en tierra: "Yo había llegado con la idea de bajar, entonces fue una especie de golpe no poder llegar a donde íbamos, pero una vez que estuvimos allí empezamos a asistir a los heridos. Había una sala de recepción de soldados, que era por donde ingresaban al buque, y luego se los derivaba según la situación en la que estaban. Lo que me impactó en particular fue la parte humana: estaban visiblemente delgados, muy sucios por la turba y con una expresión en los ojos... Me tocó hacer una toilette a un soldado que estaba en estado crítico y falleció al poco tiempo. Durante el tiempo que estuvimos allí fue el único en morir en el buque... Con el tiempo me enteré de que ese soldado vivía en La Plata".
Norma vuelve a esos días. Cuenta que vio a soldados con manos y pies congelados, extremadamente delgados, con miradas de dolor por ese presente tan inexplicable y mezquino de oportunidades y de vidas. "Cumplíamos el rol –también– de enfermeras: los curábamos e higienizábamos, hablábamos con ellos. Varios tenían muchas ganas de hablar y lo hacían sobre sus familias, sus novias... Ninguno de los chicos con los que hablé me contó lo que pasó en la Isla, solo decían que querían volver a sus casas", recuerda.
La llegada de las mujeres causó gran sorpresa, por el género y porque eran civiles, pese a haber estado trabajando en un hospital militar. Pero allí estaban ellas, estoicas, listas para prestar servicio. Los buques hospitales argentinos fueron dos: el Almirante Irizar y el Bahía Perdiz. Por el lado inglés, fueron cinco, entre ellos el Hydra, que en pleno combate se acercó al barco que llevaba a Norma para solicitar plasma y morfina, cosas que se le facilitaron. "A la noche se viajaba con el buque totalmente iluminado para que se lo identifique como buque hospital. Tenía un casco blanco y una cruz roja identificatoria porque por disposiciones militares no se lo podía bombardear aunque quedamos en la línea de fuego".
"La noche del 13 de junio fue algo dantesco: se intensificó el ataque mientras estábamos fondeados en una de las bahías, a unos 200 o 600 metros del campo de batalla. La imagen que teníamos enfrente era de las casitas de colores. En ese momento salí a cubierta junto a un tripulante y vi el bombardeo, las luces de bengala, el cañoneo entre ambas fuerzas, el bombardeo aéreo... era algo ensordecedor. Era como estar en una película, pero era algo real. Sentí mucha impotencia al saber que allí estaba muriendo gente y esa imagen me acompañó durante años y años. Esa sensación de muerte fue algo que me pegó muy fuerte, a pesar de mi profesión". La evacuación de los heridos al buque fue hecha en medio del combate, había lanchas que hacían de ambulancias para trasladar a los heridos desde la costa al buque y otros llegaban en helicópteros. "Se calcula que en esa primera evacuación hubo unos 400 heridos. Fue una noche tristemente especial", lamentó.
Malvinas y una historia de amor
El cabo Ernesto Ismael Urbina y la enfermera civil Elsa Mabel Rodas, ambos de la Armada, se conocieron en el Hospital Naval de la Base Puerto Belgrano, antes de la Guerra de Malvinas. Juntos atravesaron el drama y la recuperación de los heridos, uno de los cuales fue el propio Ernesto. El destino los separó, pero treinta y tres años después se reencontraron. Sin que ellos lo supieran, los había mantenido unidos la pluma de un ave que para los guaraníes tiene un gran significado.
Ernesto Ismael Urbina llegó al lugar de desembarco en Malvinas, en las proximidades de Puerto Argentino, a las 21 horas del 1º de abril de 1982, a bordo del ARA Santísima Trinidad. Era un buque nuevo en el que iban los hombres que llevarían a cabo la Operación Rosario, la primera operación táctica de las Fuerzas Armadas argentinas en la Guerra de Malvinas. Contaban con media hora de luz de luna para el procedimiento, pero la noche se hizo larga, helada y negra. Realizaron la recuperación más limpia que conozca la historia, sin muertos ni heridos del bando enemigo.
Urbina había entrado a la Armada a los 16 años. Tres años más tarde, ya era enfermero y comando anfibio. Su gomón era el número dieciocho de veinte, por lo que le tocó desembarcar en la más absoluta oscuridad. El mar helado le agarrotó las manos, que se le fueron aflojando en las cuatro horas de caminata que lo separaban de la posición que debía ocupar. Su misión era marcar el helipuerto con un calzoncillo largo que extendido tenía la forma de una H y que llevaba en su mochila. Después, a esperar instrucciones. Era el enfermero de la patrulla del mayor Pedro Giachino, el primer caído en combate.
A Urbina lo hirieron de gravedad unas pocas horas después de tomar posición en los alrededores de la casa del gobernador Rex Hunt. Logró marcar el helipuerto, pero no alcanzó a socorrer a Giachino, que murió rápidamente por una herida en la arteria femoral. Ernesto se inyectó morfina, se desplazó para salir de la línea de fuego "arrastrando las tripas en la tierra" y esperó fumando un cigarrillo hasta que lo rescataron.
En el medio, pensó en su madre, aquella que marcó su niñez y que hoy él evoca mágicamente: nació en una familia humilde, con lo justo para vivir, pero una mamá llena de recursos propios para hacer que ese recuerdo, el de ser un niño, sea tierno y feliz. Aquella noche en Malvinas tuvo miedo. Pero del miedo salió el coraje para esperar, porque como lo vieron erguido y fumando, pensaron que no estaba tan grave. Él mismo se hizo las primeras curaciones que le sujetaron los órganos dentro del cuerpo. No sentía una pierna. Y tenía frío.
Antes de la guerra, en la Base Naval de Puerto Belgrano, Ernesto era el más alegre, siempre rodeado de amigos. Sus compañeras enfermeras lo querían mucho, particularmente Elsa Mabel Rodas, que poco antes de irse a la guerra le regaló una pluma de caburé-i para que lo protegiese. Se trata de un ave del litoral con mucho significado para los guaraníes; su plumaje brinda protección según el lugar del cuerpo del que se hayan caído. No hay que arrancárselas al ave. Esta mezcla de rituales aborígenes con la capacidad de dar, curar, estudiar, ser valiente desde el temor y reconocerlo, es lo que hace que esta historia sea única.
Mabel lo esperaba la tarde del 2 de abril, entre muchas otras personas, en el Hospital Naval de Puerto Belgrano. Le habían dicho que llegaba muy grave, junto al cuerpo de Giachino. Cuando Ernesto recuerda ese traslado, admite que lo conmocionó viajar junto a su jefe muerto.
También lo aguardaban su madre y su hermana, y todos los médicos y enfermeras, sus compañeros. Su llegada era todo un símbolo: la guerra era real, concreta, con el primer muerto y el primer herido en combate arribando a la base.
Ernesto llegó despierto y sonriente, pero las bromas fueron una muestra de fortaleza frente a su madre. Luego nadie más lo vio, porque fue directo a terapia. Mabel pensó en él todo ese tiempo, hasta que lo volvió a ver cuando ya estaba en una sala común. Su admiración era profunda, sincera. La guerra marcó para siempre a las enfermeras como ella.
Más avanzada la contienda, Mabel estuvo en la unidad de quemados, donde le tocó atender a los compañeros que sobrevivieron al hundimiento del crucero ARA General Belgrano. Fue tanta su conmoción y su entrega, que llegó a tomar la drástica decisión de no traer hijos al mundo. No iba a soportar que un hijo suyo fuese a una guerra.
La vida separó a Ernesto y Mabel. Urbina se fue de alta dos meses después de llegar herido, se reincorporó al trabajo, y se fue de la Armada en el 84, en silencio. Hasta le quisieron cobrar la ropa que perdió en Malvinas, porque cuando llegó baleado lo habían despojado de ella. La enfermera, en tanto, se fue de Puerto Belgrano destinada a Ushuaia como miembro civil de la Armada. Ambos se casaron. Ernesto tuvo hijos, mientras que Mabel cumplió su promesa de no procrear.
Se pensaron toda la vida, separados. No se buscaron hasta muchos años después. Yo la conocí primero a ella, y tuve un encuentro con los dos este año en Córdoba. De todos los veteranos y veteranas, hombres y mujeres que conocí estudiando y escribiendo sobre la Guerra de Malvinas, son ellos dos quienes me demostraron lo que sostenía en mi pensamiento: se puede despegar de un pasado de guerra para honrar cada día la vida.
Ninguno trabajó jamás de héroe, sino como hombre y mujer, dedicados a la enfermería.
Mabel hace algo más: desde Ushuaia, parte todos los años en su camioneta a realizar tareas humanitarias con las comunidades guaraníes de sus antepasados. Despioja niños, les corta el pelo, da clases de horticultura, construye baños y les acerca agua, con la ayuda de amigos y vecinos que contribuyen con donaciones. Les lleva la bandera nacional, que muchas escuelas de aldeas aborígenes no tienen, y les enseña la marcha de Malvinas. Son niños que hablan más portugués y guaraní que español. Son hijos de sus ancestros. Ella siente que debe rescatarlos y hace una obra maravillosa y grande, sobre todo porque la hace sola. Ir de Ushuaia a Misiones le lleva 5 días. Duerme en la camioneta o en la casa de algún veterano que la aloja. Sólo cuenta con su jubilación, y no le importa invertirla en una olla para la comunidad o en gallinas para que tengan huevos.
Ernesto trabaja desde hace años como enfermero de una empresa privada en Punta Alta. Ama el campo y los caballos, y es un ejemplo de dignidad. Tiene un recuerdo humilde de su rol en la guerra. "No soy ningún héroe. Era mi trabajo, me preparé y estudié para eso, no hice nada extraordinario. Mal la pasaron los que estuvieron 74 días en una trinchera, sin saber a qué hora les llegaba la muerte. Yo fui, hice mi trabajo y volví herido. Era una posibilidad cuando trabajás de algo que te lleva a la guerra", reflexiona. Su buen humor contagia, es un tipo alegre, de una sencillez que lo preservó de creérsela. Cuando habla de su experiencia, el silencio alrededor es absoluto, atrapa como una película.
Los dos enfermeros se buscaron, como si supieran que ambos estaban ya divorciados, y se reencontraron hace poco más de un año. Habían pasado 33 años, media vida.
Entre ellos subyacía algo que no alcanzó a ser en la Base de Puerto Belgrano, pero que ahora está empezando: el amor. Él vive en Punta Alta, ella entre Ushuaia y Misiones. Cada mes tratan de encontrar un tiempo para verse. El amor sereno, que nació de una guerra, les da la posibilidad de ser pacientes, de disfrutarse el poco tiempo que se ven.
Mabel y Ernesto no han hecho un culto de la guerra; es una circunstancia que los marcó para siempre, pero no se quedaron allá, se rescataron a sí mismos y viven para el futuro, apostando a mejorar el mundo en lo que a cada uno le toca. Cuando conocí a Urbina, lo primero que me mostró, antes que sus medallas, fue la pluma de Cabure-i que guardó para siempre, durante 33 años, en su billetera.
De maestro a soldado y de combatiente a héroe
"Puerto Rivero, 24 de abril de 1982 Sra Directora: He recibido carta de mi esposa quien me transmitió la preocupación de todo el personal de la escuela en cuanto a mi presencia luego de mi inesperada desaparición debido a mi incorporación al Ejército. Deseo hacer llegar a ud y por su intermedio a todo el personal de la escuela mi mayor gratitud por haberme hecho sentir tan a gusto durante el corto lapso en que me conté entre uds. Espero que no se tomen en cuenta la incorrecta redacción y caligrafía de estas líneas pues es un soldado no un maestro quien las escribe. Considero que uds desearán saber las condiciones en que vivimos aquí los soldados, que según tuve oportunidad de comprobar son muy distintas a las que describen en los diarios.(...) Estamos a unos 3 km del Puerto Rivero (Stanley), en la isla Soledad y vivimos en pozos de 1 m por 2 m (sic) aproximadamente (pozos de zorros) en parejas, de a dos soldados; la humedad de la tierra es nuestro mejor compañero. Comemos bien, pero la ansiedad hace que sintamos mayor apetito, no hay comida que alcance. Hace frío, frío, mucho viento y el clima en general es muy húmedo. Las noches son muy largas y se hacen más largas porque cumplimos 2 hs de guardia. Releyendo la carta me doy cuenta de que los estoy describiendo un panorama para nada alentador, pero la realidad es que no es nada que no pueda soportarse; principalmente porque la moral de la tropa es muy alta en general". (...) Señora, deseo recordarle que esta información y todo lo que se refiere a mi ubicación no he hecho llegar ni a mi esposa ni a mi familia, con el objeto de no alarmarlos más de lo que por el hecho mismo se encuentran. Igualmente tengo la seguridad de que las cosas no van a llegar a mayores y que esto va a terminar muy pronto; no sabe cuánto deseo volverme a encontrar frente al grado cumpliendo esa misión mucho más gratificante y provechosa que la que tengo encomendada". A mis queridos alumnos de 3ro D No hemos tenido tiempo para despedirnos y eso me ha tenido preocupado muchas noches aquí en Malvinas, donde me encuentro cumpliendo mi labor de soldado: Defender la Bandera. Espero que ustedes no se preocupen mucho por mi porque muy pronto vamos a estar juntos nuevamente y vamos a cerrar los ojos y nos vamos a subir a nuestro inmenso Cóndor y le vamos a decir que nos lleve a todos al país de los cuentos que como ustedes saben queda muy cerca de las Malvinas. Y ahora como el maestro conoce muy bien las islas no nos vamos a perder. Chicos, quiero que sepan que a las noches cuando me acuesto cierro los ojos y veo cada una de sus caritas riendo y jugando; cuando me duermo sueño que estoy con ustedes. Quiero que se pongan muy contentos porque su maestro es un soldado que los quiere y los extraña. Ahora sólo le pido a Dios volver pronto con ustedes. Muchos cariños de su maestro que nunca se olvida de ustedes. Señora, además desearía hacer llegar mi recuerdo y saludos a todo el personal a la señora Bibiana, al Sr Galo, Cristina, Nora, Mercedes, Bárbara, Isabel y a todos los docentes de mi turno y de la escuela; a la señora Alicia quisiera que sepa que extraño mucho su mate de las 13 hs, y espero pronto volverlo a saborear ya que aquí el desayuno es una especie de mate cocido mezclado con cal de albañil y hasta un poco de cemento, nada de azúcar. Habiendo distraído demasiado su atención pero sintiéndonos por un instante con uds me decido a concluir estas líneas con la esperanza de encontrarme a la brevedad con ustedes. Afectuosamente, JULIO".
"No puedo ser tan cobarde, mamá. No va a pasar nada. Voy a volver y voy a contar la verdadera historia de Malvinas". La frase fue pronunciada la mañana del 12 de abril de 1982, cuando un docente de 21 años y a la espera de una hija, le revelaba sorpresivamente a su madreque viajaría de forma voluntaria a las Islas Malvinas para defender a su país en un conflicto bélico contra Gran Bretaña. Se trata de Julio Cao, quien entonces ejercía como profesor de literatura de varias escuelas primarias del Oeste del Gran Buenos Aires y, quien se despedía de su madre Delmira de manera inesperada: "El último adiós fue muy doloroso. Recuerdo su última frase: '¿Ves ese pino que está ahí, lo planté yo. Ahora voy a tener una hija y solo me falta escribir el libro. Lo voy a hacer cuando vuelva de Malvinas y voy a contar todo lo que viví", detalló con emoción Delmira Cao aInfobae, a 34 años del inicio de la guerra.
"Me sacó a la puerta y me hizo ver los camiones que iban a Malvinas para que entendiera su amor a la patria", añadió.
La participación de Julio Cao en Malvinas finalizó de manera abrupta el 10 de junio, cuando murió tras recibir un proyectil en su espalda durante un combate en Monte Longdon. El joven nacido en Ramos Mejía el 18 de enero de 1961 fue uno de los 649 soldados argentinos fallecidosdurante los 73 días del enfrentamiento.
Cao, el segundo más grande de cuatro hermanos, fallecía sin tener la posibilidad de conocer a la que sería su primogénita, Julia María, que llegaría al mundo el 28 de agosto.
Una vez que Cao se marchó a las islas, la comunicación con sus conocidos en tierras continentales se dio mediante escuetas cartas y sin demasiada información. El objetivo principal del soldado era que sus padres no terminaran de conocer los detalles de su experiencia en la guerra. "Las cartas con nosotros eran cortas, ya que tampoco les proveían mucho papel.Siempre me decía que no me preocupara mucho por él", reveló su madre.
El hermetismo de Cao ante su decisión fue tal, que desapareció de un día para el otro del colegio N° 32 de Gregorio de Laferrere, donde impartía clases. La comunicación de la noticia llegaría unos días después mediante dos cartas: una para las autoridades de la institución y la otra para sus alumnos de 3° D. Delmira Cao recuerda con claridad de detalle cómo fueron esos días de sufrimiento, mientras no recibía ninguna noticia sobre el estado de su hijo: "Mi marido se guardaba todo. Yo, en cambio, me peleaba con todos. Iba a la iglesia a rezar y a calmar mi estrés", detalló la señora, que durante toda la guerra tenía la fe de volver a ver con vida a su hijo.
La noticia de la muerte del soldado de 21 años fue comunicada a su familia recién después de finalizado el conflicto. "No es fácil perder a un hijo para ninguna madre, pero hacerlo en una guerra es particularmente duro. Yo me pasé arrodillada en la iglesia rezando el rosario los más de 70 días de la guerra. Era la única madre que había ahí y fui la única madre a la que se le murió el hijo", explica dolorosamente.
Desde entonces, Delmira Cao decidió unirse a diversas agrupaciones de Veteranos de Malvinas para que el nombre de los que perdieron su vida en la guerra nunca fuera olvidado. Fue la manera que encontró de salir adelante. "No le encuentro sentido a la vida de otra manera. Si me hubiera quedado con el dolor y la bronca, me habría pasado como a mi esposo, que se murió poco después que mi hijo porque no lo pudo superar", lamenta.
Hoy, a 34 años del inicio de la guerra, la madre de Julio Rubén Cao siente que los ex combatientes quedaron prácticamente en el olvido y que el tributo por parte de la sociedad todavía no es suficiente. A falta de cifras oficiales, diversas agrupaciones de veteranos estiman que desde 1982 hasta la fecha hubo alrededor de 500 suicidios de ex combatientes.
"Todos los 2 de abril deben servir para reconocer a los veteranos, para que no queden como los 'pobrecitos' o 'los loquitos de la guerra'. Mi hijo ya está con Dios, pero estoy segura de que, si hubiera visto la desmalvinización que hubo, se habría matado. Por eso, ya no lucho por los que no están, sino por los que volvieron, porque no podemos dejarlos solos", sentenció.
Hoy, el consuelo que le queda a Delmira es el del recuerdo de alguien que siempre se brindó por los demás, que daba clases a los más necesitados y que siempre defendió un espíritu pacifista, aún en combate: "Él amaba a Ghandi, así que era pacifista. Y yo lo que sé es que Julio no tiró un tiro. Y murió sin tirar un tiro y sin matar a nadie". Y añadió: "Me quedó la tranquilidad de que, al no tener que matar a nadie ni tirar, él se habrá ido con Dios tranquilo".
En tanto, el legado educativo que dejó el maestro soldado quedó intacto: la misma escuela N° 32 de Gregorio de Laferrere, hoy lleva el nombre de Julio Rubén Cao.
16 May 2025Este jueves por la mañana se vivió una jornada cargada de emoción en la tradicional esquina de Loterías para Obras de Acción Social (LOAS), donde Orlando, jubilado y vecino de El Calafate, recibió su premio: "Mi primer 0 kilómetro".
16 May 2025La Unidad Minera de Grupo Petersen y Banco Santa Cruz dirán presentes Arminera 2025, la exposición internacional de minería más grande de Argentina que se desarrollará del 20 al 22 de mayo en el predio de La Rural en Buenos Aires, donde se reunirán representantes de los principales proyectos y yacimientos mineros del país, además de gobernadores y ministros de 12 provincias, consolidándose como una plataforma federal e inclusiva para toda la cadena de valor del sector.
15 May 2025La empresa Servicios Públicos Sociedad del Estado (SPSE) informa que, desde las primeras horas de la madrugada, se activó el protocolo de atención ante los intensos vientos que afectan a la provincia de Santa Cruz. Este fenómeno climático ha generado diversas interrupciones en el suministro eléctrico en varias localidades de la región.